La realidad es algo siniestra.
La fiesta de Cronos, divinidad de los griegos que dominó el mundo castrando a su padre y devorando a los hijos que tenía con su hermana Rea, se celebraba el 24 de diciembre con un intercambio de obsequios.
El 25 de ese mes se festejaba, también dando regalos a los niños, el nacimiento de Sinter Klaus, nombre que daban al dios vikingo Thor los holandeses, una deidad que vivía en el lejano Norte y viajaba en un carro tirado por dos cabras.
Ambos ritos los fusionó la Iglesia cristiana, que tomó el nombre de Sinter Klaus por su parecido con San Nicolás de Bari, un generoso monje del siglo IV. Con el tiempo, Sinter Klaus derivó en Santa Claus, y Coca-Cola, en una publicidad de 1931, lo convirtió en un simpático viejecito que vestía con los colores del refresco.
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